Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


miércoles, 25 de mayo de 2016

Historias de Juan Lupión III

Más historias de aquellos años en los que todo era diferente.
(Texto y fotos de Juan Lupión)

También dejo por aquí el enlace a otra aventura que compartí, en la misma ruta, con un viejo amigo al que perdí la pista... Aiguille du Midi (Espolón Frendo)



Espolón Frendo Aiguille du Midi (Alpes)


El día es gris y cae un ligero chirimiri. Nuestras vacaciones están llegando a su fin. Pasamos por la "Casa de la Montaña" para ver la meteo.

La previsión de una pequeña mejoría en el tiempo nos ofrece una última esperanza. Esta tarde mejora el tiempo pero mañana, a medio día, está prevista la llegada de un nuevo frente y se esperan precipitaciones de nieve incluso en el valle. 
Nuestras vacaciones se acaban y no es cosa de desperdiciar esta última oportunidad.

El teleférico de la Aguille du Midi, recién reparado, nos sube hasta el Plan de l´Aiguille, desde donde se accede al espolón Frendo.


Cruzamos a la carrera el glaciar des Pèlerins y a eso de media tarde comenzamos por remontar unas pendientes de nieve dura que dan acceso a un terreno fácil de roca, por el que aprovechamos para avanzar hasta que anochece; ya a oscuras, instalamos el vivaque.
Tal y como dijo la previsión, hace una noche estupenda; madrugando un poco, antes de medio día estaremos fuera.

A diferencia de la mayoría de las vías largas, esta no tiene una bajada ni larga ni difícil; en cuanto llegas a la cima tomas el teleférico y ya está. 
Esta es otra de las razones en que se apoya nuestra estrategia.
Acomodados en nuestra repisa podemos ver a nuestros pies las luces de Chamonix y eso incluye el tráfico entre los pueblos del valle... Hasta que nos quedamos dormidos.

Después de un confortable vivaque, progresamos a buen ritmo y el primer teleférico del día, que pasa solo a unos pocos metros, nos sorprende en el paso clave de la vía.



Se trata de una chimenea que desaparece en unas placas de dificultad moderada. Después, una sucesión de pequeñas agujas nos lleva al inicio de la característica  cresta de nieve. 
Es un pasaje elegante y luminoso que contrasta con la oscuridad de la cara norte. 
Empezamos por una arista secundaria por la que accedemos a la principal, que va ascendiendo hasta fundirse con el resalte final del espolón.



Nosotros pensábamos que la arista era el final de la vía y por lo tanto de las dificultades. Pero no, al fundirse la cresta con la pared la nieve desaparece, dejando al descubierto unas placas de roca chapadas de hielo. 
También podemos bordear el espolón, pero la pendiente de hielo es considerable. Bueno por lo menos aquí podemos poner buenos seguros.

Algunos largos después, vemos una posibilidad por la roca.
Se trata de un diedro muy vertical interrumpido por un techo del que cuelgan unos chupones de hielo.
Aunque a primera vista es muy impresionante, estoy familiarizado con pasajes de este tipo en los Galayos.
Prefiero un diedro desplomado con buenas presas, que una placa compacta y poco inclinada con pequeños agarres  y tapizada de verglas.




Hay que tener en cuenta que estamos casi a cuatro mil metros de altitud y, aunque, con el esfuerzo la sensación térmica no sea de frío, la temperatura es baja.
De  todas formas un par de largos en este terreno nos hacen entrar en calor. Y de repente, pasamos sin transición del terreno vertical y abrupto de la cara norte, a la soleada explanada por la que se accede al teleférico, con el Gran Capuchino destacando del caos de agujas que forman los pilares del Mont Blanc du Tacul.

Y las omnipresentes Jorasses. 
Por supuesto, todas las agujas de Chamonix y al otro lado de la Mer du Glace... el Dru, recortado sobre la Aiguille Verte. 
A lo lejos, en el horizonte, podemos distinguir el Cervino, el Monte Rosa y el Gran Paradiso.

Ha compensado el esfuerzo y esta vez sí estamos satisfechos.

Hacemos muchas fotos del paisaje, incluso un alpinista francés curiosamente apellidado Rivas, nos hace una foto juntos a Ángel y a mí. 

Mientras, sin darnos cuenta, el cielo se ha ido nublando y tal como dijo la meteo, comienza a nevar. 



... Capítulo anterior... Historias de Juan Lupión II

Continuará....

No hay comentarios:

Publicar un comentario