Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tu no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
más no me prometiste tu solo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!
Un ruido conocido y amigo, y luego, al alzar la vista, lo veo encima de mí... El helicóptero que se aleja justo cuando arrecian los vientos.
Le hago señas y quiero pensar que me ha visto... en breve estaré a salvo - lo pienso mientras se aleja el sonido, como se aleja el calor del cuerpo y embiste el frío -.
Le hago señas y quiero pensar que me ha visto... en breve estaré a salvo - lo pienso mientras se aleja el sonido, como se aleja el calor del cuerpo y embiste el frío -.
Cae la noche sin darme cuenta... Al mismo ritmo que los cristales de hielo, barridos por vientos cimeros, que se empeñan en enterrarme en vida.
Perdí la noción del tiempo hace tiempo... Debo llevar ya unas horas intentando encender el mechero - de esto me doy cuenta cuando, en unos segundos de lucidez, veo que no puedo manejarlo -. Me ha costado un trabajo inmenso sacar la cajetilla de la mochila y colocarme el cigarro en la boca.
Nunca podré encenderlo.
Caigo al suelo como un fardo... constantemente. Intento ponerme en pie; tirado boca arriba "¡venga, hombre... intenta ponerte en pie!". Primero me coloco boca abajo, luego, mucho después, a cuatro patas, más tarde de rodillas... Ya casi lo consigo, y de nuevo caigo al perder el sentido - momento que aprovecha la nieve para cubrirme de nuevo -.
El dolor me puede - creo que en una de estas me partiré - pero lo vuelvo a intentar muchas veces - tantas como se repite ese susurro que parece habitarme: "muévete, Carlos... o no despertarás" -.
A veces logro encontrar, mirando a un cielo estrellado, una postura que me deja "vivir"... pero no me gusta, me resulta "fea" y algo conocida - recuerdos de otras gentes que perdieron la partida -... Sin contar que me provoca un sueño que no debo tomar.
Un dolor potente y terrible parece despertarme de un sueño real... Acabo de librar una batalla en campo abierto.
Un horizonte en llamas, como una cortina que roza el suelo, divide una estepa nevada, blanca y limpia de huellas... solo marcadas las mías, una linea recta que parece salir del gigantesco bosque que dejo atrás.
Un ejército a galope sale de las llamas... Todavía lejos a la mirada; llegan antes relinchos... Y el temblor del suelo.
Se forman nubes blancas, una polvareda que vuelve a devorar el fuego que avanza, y van llegando, como una cuña de grullas buscando el norte a finales de invierno... Jinetes de piel oscura en caballos negros... Guerreros y animales, de melenas y crines largas, rostros duros y miradas frías.
Me atraviesan como si yo no existiera. Como si nada importara mi presencia; solo noto que, a veces, intentan subirme al caballo... al galope; me ofrecen, ya antes de llegar a mi altura, una mano tendida donde agarrarme... Y hay un momento en que acepto.
Ya me alcanzan las llamas... Ya me envuelven las nubes que levanta la caballería. Un guerrero, que destaca del resto, alza la espada de acero brillante y sonríe al tiempo de apretarme el antebrazo, con fuerza.
El caballo salta y despega del suelo... Y brota la sangre de mi garganta.
Noto el tirón y despierto.
Apenas puedo respirar, tengo una cuarta de nieve encima y ya no "siento" calor en parte alguna del cuerpo - estoy en hipotermia -. La espalda me martiriza, las piernas no me sostienen, no siento las manos ni muevo bien los dedos... Busco, desesperadamente, posturas que alivien... Quiero dormir, me cuesta pensar - que nunca fue fácil - y se me acaban las fuerzas.
Me doy perfecta cuenta que me resultará difícil seguir viviendo - es la primera vez en horas que estoy lúcido y lo veo claro - tanto que se abrasan las sienes... esto es la prueba - como si el sueño me hubiese avisado del final... La realidad.
Entonces... vuelve a ocurrir.
Ya os he contado en otras historias como La Presencia... Chacraraju IV y V y ahora en esta que nos ocupa, algunas de las cosas que suceden - reales o no ¿quien sabe? - cuando nos encontramos en situaciones difíciles.
Esta vez nada sucede ajeno a mi pensamiento... Esta vez decido "acompañarme" a mí mismo.
Esta vez voy a jugar con la mente y crearé la esfera que me proteja.
Lo tengo todo perdido... cualquier cosa que consiga - por insignificante que sea - será ganancia; si nada gano nada cambia... ya perdí al inicio.
.- ¡Eh!... ¿Cómo puedes dormirte con la que te está cayendo?... despierta..
.- Me duele la espalda y esta postura me alivia.
.- ¡Venga!... Métete en la esfera y mantente alerta.
.- ¡Ah!... pues sí... la cosa cambia.
¡Joder! hace un frío que pela aquí fuera, y ese tipo venga quejarse; no es capaz de abrir el termo... tendré que echar una mano.
.- ¡Oye!... ¿Sabes que tienes caldo en el termo?...
.- No puedo abrirlo, no me responden las manos...
.- Anda, aparta. Te lo abro...
.- ¿Cuanto falta para el amanecer?...
.- Todavía queda... tranquilo que ya llegarán...
.- ¿Tu crees?... no sé... no es fácil llegar aquí, de noche... al pie de la cascada...
.- ¡Bah! ya llegarán; no salgas de la esfera que yo me ocupo...
.- Gracias...
La última hora de las dos últimas horas, y la siguiente última hora de las siguientes, han sido terribles, casi me doy por vencido; menos mal que tengo enfrente a ese tipo - por cierto - está ahí fuera y no quiere entrar, con la que está cayendo... bueno.
Siguen brillando las estrellas con fuerza ¡joder! y cae nieve a espuertas... no lo entiendo.
.- A ver, ya te lo expliqué; está despejado, pero hay mucho terreno por encima nuestro... Y hace viento. Lo que nos cae son cristales de hielo barridos de las zonas altas ¿lo has entendido?...
.- ¡Ah! sí, sí... es verdad. Ya me lo dijiste; se me va la olla.
.- Bueno... reconoce que también se te va en condiciones normales... machote.
.- Jejejeje sí, algo sí se me va.
Se me escapa la vida como una trucha a la mano... A veces no veo al tipo de ahí fuera, como si me hubiera abandonado definitivamente; en una de esas me veo intentando atarme los piolets a los antebrazos, quiero salir de aquí como sea...
.- ¿Donde vas, muchacho?...
.- ¡Ah! estás ahí... pensé que...
.- ¡Pensaste, pensaste!, tu ya no piensas como es debido...
.- Ya... se me va la olla...
.- ¡Otra vez!...
El último minuto de la última hora de las anteriores dos horas caigo de bruces sobre el colchón de nieve que me rodea... Me entra nieve a la boca y apenas puedo respirar, me muevo muy lentamente y escupo sin fuerza.
Estoy solo, me da miedo pensarlo, luego parece que ya no temo... aunque la soledad me hiere cuando logro arrodillarme; de nuevo me arden las sienes y entro en un espacio que no conozco... No podré recorrerlo.
Vuelve a retumbar el suelo... No veo al "otro" y me llega un calor conocido; distingo - a lo lejos - jinetes en la tormenta de fuego; esta vez me resultará difícil esquivar el golpe... pero lo voy a intentar.
Me pongo en pie... Ya se acercan las luces, ya se acerca la hora; oigo voces que me llaman... no respondo - plantaré cara y veremos que pasa -...
.- ¡Carlosss! ¿dónde estáaasss?...
Una luz cegadora me enfoca de golpe... se acabó.
.- A ver, Carlos, tranquilo... somos los GREIM...
Manos potentes me abrazan y hacen preguntas que me cuesta entender. Me dejo hacer - caigo en la cuenta, de repente, que tengo otra posibilidad - ¡joder!, ahora me gusta ver las luces de las frontales, cálidas y amables... Ya no son señales de sangre y fuego.
Por cierto, el "otro" ha desaparecido, y se llevó la esfera consigo; bueno... ahora tengo más gente al lado - ahora empieza otra batalla, tienen que bajarme de aquí -.
Son las nueve de la noche y no llegaré a la Plataforma de Galayos - donde espera la ambulancia y la familia - hasta las seis de la mañana... Esto tampoco va a ser fácil, pero con suerte... viviré.
Perdí la noción del tiempo hace tiempo... Debo llevar ya unas horas intentando encender el mechero - de esto me doy cuenta cuando, en unos segundos de lucidez, veo que no puedo manejarlo -. Me ha costado un trabajo inmenso sacar la cajetilla de la mochila y colocarme el cigarro en la boca.
Nunca podré encenderlo.
Caigo al suelo como un fardo... constantemente. Intento ponerme en pie; tirado boca arriba "¡venga, hombre... intenta ponerte en pie!". Primero me coloco boca abajo, luego, mucho después, a cuatro patas, más tarde de rodillas... Ya casi lo consigo, y de nuevo caigo al perder el sentido - momento que aprovecha la nieve para cubrirme de nuevo -.
El dolor me puede - creo que en una de estas me partiré - pero lo vuelvo a intentar muchas veces - tantas como se repite ese susurro que parece habitarme: "muévete, Carlos... o no despertarás" -.
A veces logro encontrar, mirando a un cielo estrellado, una postura que me deja "vivir"... pero no me gusta, me resulta "fea" y algo conocida - recuerdos de otras gentes que perdieron la partida -... Sin contar que me provoca un sueño que no debo tomar.
Un dolor potente y terrible parece despertarme de un sueño real... Acabo de librar una batalla en campo abierto.
Un horizonte en llamas, como una cortina que roza el suelo, divide una estepa nevada, blanca y limpia de huellas... solo marcadas las mías, una linea recta que parece salir del gigantesco bosque que dejo atrás.
Un ejército a galope sale de las llamas... Todavía lejos a la mirada; llegan antes relinchos... Y el temblor del suelo.
Se forman nubes blancas, una polvareda que vuelve a devorar el fuego que avanza, y van llegando, como una cuña de grullas buscando el norte a finales de invierno... Jinetes de piel oscura en caballos negros... Guerreros y animales, de melenas y crines largas, rostros duros y miradas frías.
Me atraviesan como si yo no existiera. Como si nada importara mi presencia; solo noto que, a veces, intentan subirme al caballo... al galope; me ofrecen, ya antes de llegar a mi altura, una mano tendida donde agarrarme... Y hay un momento en que acepto.
Ya me alcanzan las llamas... Ya me envuelven las nubes que levanta la caballería. Un guerrero, que destaca del resto, alza la espada de acero brillante y sonríe al tiempo de apretarme el antebrazo, con fuerza.
El caballo salta y despega del suelo... Y brota la sangre de mi garganta.
Noto el tirón y despierto.
Me doy perfecta cuenta que me resultará difícil seguir viviendo - es la primera vez en horas que estoy lúcido y lo veo claro - tanto que se abrasan las sienes... esto es la prueba - como si el sueño me hubiese avisado del final... La realidad.
Entonces... vuelve a ocurrir.
Ya os he contado en otras historias como La Presencia... Chacraraju IV y V y ahora en esta que nos ocupa, algunas de las cosas que suceden - reales o no ¿quien sabe? - cuando nos encontramos en situaciones difíciles.
Esta vez nada sucede ajeno a mi pensamiento... Esta vez decido "acompañarme" a mí mismo.
Esta vez voy a jugar con la mente y crearé la esfera que me proteja.
Lo tengo todo perdido... cualquier cosa que consiga - por insignificante que sea - será ganancia; si nada gano nada cambia... ya perdí al inicio.
.- ¡Eh!... ¿Cómo puedes dormirte con la que te está cayendo?... despierta..
.- Me duele la espalda y esta postura me alivia.
.- ¡Venga!... Métete en la esfera y mantente alerta.
.- ¡Ah!... pues sí... la cosa cambia.
¡Joder! hace un frío que pela aquí fuera, y ese tipo venga quejarse; no es capaz de abrir el termo... tendré que echar una mano.
.- ¡Oye!... ¿Sabes que tienes caldo en el termo?...
.- No puedo abrirlo, no me responden las manos...
.- Anda, aparta. Te lo abro...
.- ¿Cuanto falta para el amanecer?...
.- Todavía queda... tranquilo que ya llegarán...
.- ¿Tu crees?... no sé... no es fácil llegar aquí, de noche... al pie de la cascada...
.- ¡Bah! ya llegarán; no salgas de la esfera que yo me ocupo...
.- Gracias...
La última hora de las dos últimas horas, y la siguiente última hora de las siguientes, han sido terribles, casi me doy por vencido; menos mal que tengo enfrente a ese tipo - por cierto - está ahí fuera y no quiere entrar, con la que está cayendo... bueno.
Siguen brillando las estrellas con fuerza ¡joder! y cae nieve a espuertas... no lo entiendo.
.- ¡Ah! sí, sí... es verdad. Ya me lo dijiste; se me va la olla.
.- Bueno... reconoce que también se te va en condiciones normales... machote.
.- Jejejeje sí, algo sí se me va.
Se me escapa la vida como una trucha a la mano... A veces no veo al tipo de ahí fuera, como si me hubiera abandonado definitivamente; en una de esas me veo intentando atarme los piolets a los antebrazos, quiero salir de aquí como sea...
.- ¿Donde vas, muchacho?...
.- ¡Ah! estás ahí... pensé que...
.- ¡Pensaste, pensaste!, tu ya no piensas como es debido...
.- Ya... se me va la olla...
.- ¡Otra vez!...
El último minuto de la última hora de las anteriores dos horas caigo de bruces sobre el colchón de nieve que me rodea... Me entra nieve a la boca y apenas puedo respirar, me muevo muy lentamente y escupo sin fuerza.
Estoy solo, me da miedo pensarlo, luego parece que ya no temo... aunque la soledad me hiere cuando logro arrodillarme; de nuevo me arden las sienes y entro en un espacio que no conozco... No podré recorrerlo.
Vuelve a retumbar el suelo... No veo al "otro" y me llega un calor conocido; distingo - a lo lejos - jinetes en la tormenta de fuego; esta vez me resultará difícil esquivar el golpe... pero lo voy a intentar.
Me pongo en pie... Ya se acercan las luces, ya se acerca la hora; oigo voces que me llaman... no respondo - plantaré cara y veremos que pasa -...
.- ¡Carlosss! ¿dónde estáaasss?...
Una luz cegadora me enfoca de golpe... se acabó.
.- A ver, Carlos, tranquilo... somos los GREIM...
Manos potentes me abrazan y hacen preguntas que me cuesta entender. Me dejo hacer - caigo en la cuenta, de repente, que tengo otra posibilidad - ¡joder!, ahora me gusta ver las luces de las frontales, cálidas y amables... Ya no son señales de sangre y fuego.
Por cierto, el "otro" ha desaparecido, y se llevó la esfera consigo; bueno... ahora tengo más gente al lado - ahora empieza otra batalla, tienen que bajarme de aquí -.
Son las nueve de la noche y no llegaré a la Plataforma de Galayos - donde espera la ambulancia y la familia - hasta las seis de la mañana... Esto tampoco va a ser fácil, pero con suerte... viviré.