Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


sábado, 28 de septiembre de 2013

El alpinista que herraba caballos

Logro montar éste artículo a pesar de las tormentas que asolan la dehesa castellana donde habito... entre cortes de luz y linea telefónica; prisas que se ven aumentadas porque Jorge... el mismo Jorge Valle que nos contó, hace poco, sus Memorias de un arriero en Gredos... resulta que, en unos días, cabalgará montañas lejanas.

La cosa es tan remota que hasta el nombre y lugar donde se levantan, resultan impronunciables... Mi´nyâg Gòng`ga Riwo... un "sietemil" situado en la cordillera Daxue Shan, provincia de Sichuan (China)... ¿cómo se queda el cuerpo?, bueno... lo llamaremos Minya Konka (7.590m.)... y ésta es la imagen:


Me envía un correo donde descubro que éste asunto de los caballos no es solo un trabajo más para ganarse la vida... hay algo que indica pasión... y éste, cuando se apasiona es temeroso:

"Hola, Carlos... siguiendo la petición de uno de tus seguidores y viendo la necesidad de expresar todo lo que he aprendido por aquí, a parte de escalar y la montaña, te dejo un relato que espero te guste. Quizá esto vaya siendo preludio de un fin de etapa, o quizá refuerce mis ganas de seguir haciendo algo que me apasiona.
En cualquier caso serán el tiempo y las piezas de nuestra vida quienes lo decidan.
Un abrazo".

Poco más tengo que añadir... solo desearle, primero para su inminente viaje a ésa magnífica montaña china, la mejor de mis energías... estoy seguro que jamás olvidará la humildad con la que debemos acercarnos a nuestros sueños; y segundo... que no se preocupe por los caballos... la tropa del refugio Elola se encargará.
Suerte, amigo.

Éstas son sus palabras:

"Todo empezó el día que conocí a Marco, herrador del valle del Tormes, que calzaba a nuestros caballos.


Le llamábamos con antelación y quedábamos en la plataforma al mediodía, Allí estrechaba su fuerte mano y durante un rato permanecía observando con detalle su trabajo.
Admiraba cada uno de sus movimientos y gestos; pertenecía a ésa clase de personas que disfrutan de su trabajo, lo hacía con determinación, eficacia y arte. Podía apañar cuatro cascos en media hora.
Me llamaban la atención la espalda y los brazos que tenía, desarrollados a base de sujetar pies y manos durante muchos años.
No podía perder de vista todo lo que hacía.
También me hacía gracia el andar que llevaba: siempre inclinado hacia delante, recordando al espectador que para herrar hay que agacharse.

Era bueno, muy bueno, o yo al menos lo veía así porque él lo hacía con pasión.
Cada vez era más difícil conseguir cita porque tenía la agenda siempre completa.

Comenzó de ésta forma otra de las pasiones que rodean mi vida: el herraje. Gran oficio que más de un día me tienta, y que podría hacerme reconsiderar el destino de mi vida.
Reúne tres características: autonomía, naturaleza y nobleza... la del caballo.

Poco a poco, copiando de Marco las técnicas de herraje en frío, fuimos comprando alguna herramienta moderna en la guarnicionería de Navarredonda de Gredos; sustituimos las viejas del refugio que utilizábamos para los pequeños apaños de emergencia: alguna herradura caída por el camino, clavos sueltos...


Hubo una temporada que aprovechaba cualquier excusa para levantar la pata del caballo y meterla mano. Al principio lo que más me costaba era aguantar, doblado, el peso del caballo; los animales no son tontos y enseguida cargan su peso encima de uno... aquí no hay que ser blando y menos hacerles contrapeso.
Se hierra mejor un caballo alto que otro pequeño, todo lo contrario al oficio de arriero, donde se prefieren los pequeños a los grandes.
Y con práctica, en vez de tardar una hora acabaremos en menos tiempo... todo un logro.

Óscar, con su carácter generoso y reconociendo el valor de ése trabajo, el año en que se dejó de llamar al herrador y me encargué de ésa tarea, me recompensó con el jornal que se llevaba Marco.
Así se juntaban todos los factores para seguir con éste oficio.


¿Cuantas herraduras gastan los caballos del refugio Elola?... herramos una vez al mes, se colocan doce herraduras y hay que añadir pequeños arreglos de mantenimiento.
Es matemático. Todo comienza con el sonido hueco metálico, ahí ya se sabe que poco queda para caer la herradura.

En una vieja mochila de montaña guardamos todas las herramientas necesarias para el herraje: el desclavador, la cuchilla, la tenaza de corte, la boca de cocodrilo, las tenazas, la escofina, el martillo de clavar y rebajar, la legra, los clavos, las herraduras, el fajón de cuero...

Las herraduras que colocamos tienen pestañas: las de las manos solo llevan una y dos en las de los pies. En función del tamaño de la suela del casco van de menor a mayor con la siguiente numeración: doble cero, cero, uno, dos, tres... las herraduras están fabricadas en hierro dulce que, con el calor y los golpes de la maza contra el yunque, se amoldan a la forma deseada.
Los clavos son 2JC, grandes y largos... la punta finaliza en curva para facilitar el clavado y dirigirlo al exterior de la pared del casco.


Comienza el ritual en el prado por encima del refugio, allí donde están las duchas "solares". El sitio es idóneo porque hay una piedra con un viejo parabolt de escalada donde atar el rabero... también un lugar plano, sin pequeñas piedras, donde estar cómodo y además tenemos un yunque natural donde abrir y cerrar las herraduras.

Me visto con el fajón de cuero, que protege los muslos de las puntas de los clavos cuando se sujeta la pata entre las piernas. El fajón incorpora un imán para los clavos, los mantiene a mano y facilita el trabajo.



Las manos se protegen con guantes finos de goma, tipo electricista.

Despliego en el suelo todas las herramientas en su orden de uso, al lado del caballo - debo decir que llevo todos éstos años con la idea de incorporar un "bolo"... una percha donde colgar los trastos y que tiene una horquilla donde sujetar el casco -, de ésta forma no hay que soltar la pata del caballo cada vez que cambias de herramienta, y facilita mucho la tarea.

Si el caballo no ha perdido la herradura, hay que levantarla con el martillo y el desclavador, a continuación se arranca con las tenazas; queda así descubierta la palma del casco.
Con las tenazas de corte se rebaja la uña y el exceso de la pared córnea del mismo, hasta descubrir el saúco - la linea blanca - referencia que indica donde se ha de clavar.


Con la escofina se lima la superficie de la tapa donde acoplar la nueva herradura. Se apaña a golpes la herradura hasta adaptarla al casco y hacer coincidir los agujeros con la linea blanca.

Los clavos han de entrar en un ángulo exacto. La punta del clavo que sale por la tapa, se dobla y corta... luego se remacha con la boca de cocodrilo. Se termina el herraje limando la parte interior de los clavos.


Para doblar las pestañas de las manos... sujeto la pata en mis rodillas y golpeo.
Para rematar los pies... sujeto la delantera y golpeo.
De ésta forma evito que me pueda cocear. Hay que intentar siempre adaptar la herradura al casco y no el casco a la herradura.


Para acabar el trabajo solo quedan tres patas y, al final, aplicar crema hidratante en el casco.

Dicen que las herraduras viejas dan buena suerte si las guardas o cuelgas en la puerta de casa, así pues, conservadlas si os encontráis alguna por el camino.

Piensa que desde hace dos mil años a los caballos se les ponen herraduras y que, como dicen en el mundillo: "sin pies no hay caballo".

Éstas lineas son un ligero resumen de uno de los pocos oficios milenarios que quedan, transmitidos de maestros a discípulos, que no están en el catálogo tabulado de Hacienda y que se ejecuta con las manos.
Solo he alcanzado el conocimiento que me permite ser independiente en la sierra... pero lleva un manual de largo, donde entran herrajes preventivos, ortopédicos, curativos, reconstructivos y un sinfín de técnicas - exige práctica y tiempo llegar a "Maestro Herrador".

Todo un reto para hacerlo con pasión y afrontarlo como una gran cara norte.

Septiembre 2013. Laguna Grande de Gredos.
Jorge Valle.

6 comentarios:

  1. Excelente Carlos, como siempre.
    Un saludo

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    1. Gracias, Diego... todo el mérito le pertenece a Jorge, suyo es el texto y fotos, yo simplemente "organizo" y publico.
      Saludos.

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  2. Agradecida por esta publicación. Ha sido muy ameno leer este pequeño resumen de este gran oficio. Nunca me había fijado en el imán, que tiene el fajón, para acoger a los clavos. Jorge, has pintado esa Maestría de muy bonita forma, se nota que lo haces con pasión

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    1. Gracias a ti, Paula... por leer.
      Ya sabes que Jorge debe andar ya por la China... ¡qué suerte el tío!... tendremos que esperar su vuelta para que algo nos cuente.
      Saludos.

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  3. Respuestas
    1. Gracias, Juan... me alegro contar con gentes que gustan de leer.
      Saludos cordiales.

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